¿Se pega en su obra la labor cotidiana del trabajo publicitario y la gráfica?
El trabajo de todos los días te va dando una soltura y una propiedad en el manejo de los elementos. En un momento dado trataba de separar lo que es diseño gráfico y lo que es el arte. Después me di cuenta que se podían retroalimentar, sacar tanto lo bueno como lo malo de uno y el otro. Creo que logré un poco juntarlos pero mi dibujo de los últimos dos o tres años se ha transformado en otra cosa que no era como en los años 90. Pasa por otro lado.
¿Eso que pasa en “otro lado” tiene que ver con la ironía, el humor negro que incorpora en su obra? ¿Qué le preocupa de la realidad?
Me preocupa la realidad que vivimos en este país y en el mundo. Parto siempre de cierta dosis de tragedia, porque hay mucho de oscuro, de humor negro, como decís vos. Algo que no siempre es totalmente consciente. No sé si llego a eso porque me lo propongo o porque nace dentro de mí y trato de transmitirlo en un papel. Creo que esa base de tragedia, que la he buscado en artistas universales pero fundamentalmente en Argentina. Lo encontré en El Bosco y Carlos Alonso.
Me moviliza un rostro con sufrimiento, una mirada triste y los paisajes, me gusta solo verlos no para hacerlos y tengo una tendencia a magnificar, a dramatizar algunas cosas. Es bastante difícil exorcizarlo pero creo que la muerte de mi padre y que tuve la suerte de encontrarlo muerto, no así la de mi madre que fue otra historia porque la vi apagarse en el lapso de un año. Cierro los ojos y me acuerdo de haberlo encontrado a él muerto en su cama, lo cual me alegro mucho porque no sufrió o estuvo enfermo, tenía ochenta y nueve años.
¿Esa elección que lo moviliza es más visceral?
Si. Lo que me ha dado muchos dolores de cabeza porque a veces los comentarios de la gente no son los más cómodos para uno. Tampoco debería interesar pero por ejemplo te dicen: tu pintura es como si me agarrara los dedos con una puerta. Y es un halago, aunque a veces contesto cualquier barbaridad.
¿Cómo es construirse desde el interior de la provincia de Buenos Aires?
Es toda una historia y vos lo sabés muy bien. En definitiva el propósito económico está detrás de toda esta inquietud, aunque a veces no. Uno desea levantarse todas las mañanas y sentir que comés con todo esto. Todos sabemos del dicho de que Dios está en todos lados pero atiende en Capital y es cierto. Entrar en Buenos Aires es muy difícil y la cantidad de artistas que hay en el interior es apabullante. Creo que hay más calificados creadores en el interior que en Capital. A veces llega un momento con los años, en que decís: pará, no pongamos tanta pila en esto y miremos para otro lado. Es momento de que en el interior tengamos una revalorización, metámonos para adentro.
¿Indagaste en otra disciplina?
No. Nunca lo hice. Quizás algunos proyectos de alguna instalación que me hubiera gustado hacer pero siempre termino por agarrar el pincel o la pluma y me pongo a dibujar en el tablero.
Siempre me gustaron los buenos historietistas nacionales. Me formé en una escuela en la que me hicieron buscar la línea, el tono y eso me costó muchos años destruirlo. Héctor Sapia es un historietista que me interesa mucho. Tenía la virtud de investigar en la no perfección de la línea, por ejemplo trabajaba con la mano izquierda y le permitía que el trazo no tuviera ese similitud continua que los dibujantes hemos tenido. No sé que fue de su vida pero me pareció un virtuoso. Si uno va sumando encontrás muchas cosas para retroalimentar el trabajo. No soy buen docente, soy demasiado permisivo, que me parece una forma de dejar crear. El mejor maestro es el que deja ver.
Silvio Oliva Drys
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