Jorge Meijide

Jorge Meijide

¿A partir de cuándo adopta el dibujo como una disciplina, un arte en el cual desarrollarse?

Es atípica mi formación. Hice mi desarrollo dentro de la carrera médica en pediatría. En el año 72 estaba terminando la facultad y tenía necesidad del dibujo y no es que lo había dejado de lado pero los años de universidad son muy absorbentes y si bien canalizaba en algunos apuntes al costado de cuaderno no estaba el desarrollo, el trabajo intenso de la formación. Empecé a ir a la Asociación Estímulo de Bellas Artes y trabajar en Taller Libre. Estudié con Rubén Locaso, Salvador Benjunya y Carlos Fels.

Encontré un método de trabajo, de aprender a ver. En Estímulo me enseñaron a ver la totalidad de una figura, de un planteo frente a un papel o a una tela. Fundamentalmente me enseñaron a ver y a observar. Empecé a profundizar el trabajo y me empecé a conectar con dibujantes. Con el tiempo formamos un grupo y son todos aquellos con los que seguimos transitando: Carmona, Mallorca, Ponce, Tapia. 

Los primeros pasos fueron mandar al Salón Nacional, Municipal, he mandado también a Azul y Santa Fe. Me fui desarrollando pero siempre a partir de ver mucho, de ver muestras, de ver obras en libros.

Ese salto hacia la plástica ¿cómo lo veían los colegas de los medios gráficos? 

Había como un reconocimiento a decir: -Bueno además de la gráfica estás haciendo esto otro. Inclusive la revista Humor hace muchos años hizo una muestra de sus dibujantes pero llevados a la plástica. En donde estuvo Cascioli y varios de los que habitualmente hacíamos una línea y empezamos a laburar mostrando nuestra otra cara que era la plástica. Tomé las dos cosas como un camino, incluso en una pongo Meiji y en otra pongo Meijide, como algo que marca un poco. Pero con el tiempo me doy cuenta de que estoy incorporando en mi dibujo actual la ironía y también algunos elementos de la gráfica. Meto algún globo que tiene que ver con el comic, con la historieta, tratando de unificar los dos Meijide o los dos Meiji.

¿Cómo es ser docente en la ESMA?

Ser docente ahí es muy especial. Acepté la convocatoria de acompañar a las Madres, dije: -Voy a enseñar lo que aprendí en Estímulo. En nuestro tiempo hay una gran carencia en el dibujo, debo reconocer que es un aprendizaje tedioso. Dicen que el aprendizaje con modelos y que el estudio de la figura es anacrónico en tiempos de arte efímero, de tanta cosa veloz. Creo que si el dibujo no está sostenido pierde su valor.

Si bien en el espacio está toda la impronta de los años de la dictadura creo que ese centro, de acuerdo a la filosofía de las madres, está enfocado en algo de la vida. Si bien alguna gente de “nuestro palo” no lo comparte, porque hay diferentes opiniones. Hay gente que no puede entrar al espacio porque le hace mal. No comparte que sea un centro cultural, que debería ser solo un museo de la memoria. Yo lo tomo como algo que: “de acá vamos para adelante, vamos a la vida” y desde ahí trabajo con alegría, con ganas. El centro se está armando, se está instalando en la gente y estoy contento de ser parte de ese proyecto.

¿Ejerció como pediatra?

Desde el año 73 al 87, catorce años, paralelamente iba a laburar como dibujante gráfico. Al final se hizo difícil poder conciliar las dos cosas a medida que me iba involucrando en el dibujo. De pronto publicar en Humor, en Billiken, después mandar a los salones, exponer, cada día se me hacía más complejo laburar en la medicina y obviamente no estaba haciendo un laburo comprometido. No era justo seguir trabajando en eso cuando mi cabeza estaba cada vez más metida en el arte.

¿Comprometido también desde lo social? 

El artista es sensible y pienso que la obra trasciende al mensaje, en mi caso está el hecho siempre de tirar de algo. Ahora estoy trabajando para el Museo de Mechita que está haciendo Juan Doffo. Es una obra sobre la pérdida del tren. Siempre aparece de alguna manera el tema de la protesta, de la demanda,  la denuncia. A las políticas nefastas que dejaron a ciudades enteras sin el ferrocarril. El artista a veces también se alimenta de broncas, de emociones, de sensaciones, de ganas de jugar, delirar con la obra y a veces ganas de dar un mensaje. Sostengo que el arte debe estar de lado del que quiere decir algo y no puede.

¿A quién respeta actualmente? 

Respeto a los que son coherentes con su obra, a los que en silencio trabajan, que no mutan y se transforman para estar a tono con los tiempos. Hay como una gran fuerza, aunque no lo notemos que nos lleva hacia determinada estética, determinada línea, a defender determinadas cosas. Respeto a los que se mantienen. He tomado y respetado mucho la obra de Carlos Alonso, un tipo que era un referente dentro del dibujo. A veces pienso que haría falta que Alonso estuviera más presente diciéndonos algo. 

Raquel Forner decía que en Argentina el artista plástico debía rendir examen todos los días ¿lo siente así?

Creo que sí. A veces se evalúa la cosa de la contemporaneidad por encima de la calidad de una obra. Algo puede ser contemporáneo pero no sé si es tan sólida la obra, se toma la contemporaneidad como un valor en sí mismo y eso provoca presión. Eso me revela porque de repente, y he sido jurado en muchos salones, se debe ver la construcción, la esencia, como está planteada. He visto muestras y en algunos colegas siento que se están repitiendo mucho, no es fácil de un día para el otro el cambio. Lo bueno del artista es que siempre tiene algo que decir.


Silvio Oliva Drys / agosto de 2009

 

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